Entre lágrimas y pétalos

Sumida en la eterna y absoluta soledad de las tinieblas... adentrada en las más negras profundidades de este abismo de sombras y desolación... bajo la omnipresente desgracia de esta pérfida existencia... Entre lágrimas y pétalos, yace yerta en su inerte letargo una entidad pulverizada en los confines de la adversidad. Lágrimas de desolación que esconden alaridos de misericordia... derrames de dolor que revelan los estragos de un corrosivo infortunio de soledad y suplicio.

Los sollozos de mi alma devastada hoy alimentan un oscuro jardín que se nutre de los desgarradores llantos de una prisión en la libertad de las sombras. Las brisas de la desolación emiten descorazonadores susurros de tormento, dualizando el dolor a través de la memoria y el remordimiento. Negros pétalos florecen en el sombrío césped de este jardín de las profundidades de las tinieblas, cuya fertilidad viene dada por el amargo riego de lágrimas derramadas. Hambrientos vorazmente de desgracia y sufrimiento, los pétalos absorben la amargura y reflejan homogéneas muestras de pesadumbre y destrucción.

Entre lágrimas y pétalos, doy vida a la antítesis de mi vitalidad, y alimento las abrumadoras fuentes de desconcierto y aflicción, subordinado a las vertiginosas acometidas de la oscuridad y la pesadumbre. Un jardín que me aherroja a las sombras del pasado, y unos negros pétalos que mantienen viva la memoria de sueños rotos y desilusiones de una cruel realidad que ha arremetido contra las purezas de una inocente e idealista alma que hoy llora sus pérdidas y fracasos, nutriendo con su destructiva tristeza el tóxico suelo que se alimenta de los estragos de su desgraciada miseria. La miseria de la existencia. La miseria de una vida sin vitalidad. La miseria de una eternidad sumergida en el sombrío letargo de la desdicha.

Entre lágrimas y pétalos, largo tiempo llevo manteniendo fértil y fructífero este perverso jardín. Al borde de una tormenta que consuma las llamas de mi devastación y suministre a los malignos pétalos la desmesurada desgracia que son capaces de almacenar, mis lágrimas pronto comienzan a cegar mi vista y señalan el inicio de una impetuosa tempestad.

Lágrimas que ciegan... negras nubes en el oscuro cielo de las tinieblas. Vehementes suspiros de dolor entre desoladores sollozos... fogoso vendaval que auspicia una intempestiva tormenta. Llanto desconsolado de angustia... una lluvia que embiste inescrupulosamente sobre todo cuanto hay a su paso. Gritos desesperados de sufrimiento... estruendos de devastadores truenos y relámpagos que toman presencia en la infernal efervescencia de la hostil conflagración entre las avasalladoras fuerzas de las sombras y la decadente desolación de un alma que, habiendo abandonado sus pretensiones de alegría y bienestar, grita desesperada por un poco de paz.

Mi llanto ha devenido en alaridos que claman por la detención de este tóxico detrimento. Acalorados suspiros y gemidos del más intenso y demoledor desasosiego revelan la desesperada contienda entre una paupérrima esperanza por el futuro y los fantasmas del pasado. Baño en lágrimas este cruel jardín que me rodea en negros pétalos, y las sombras toman vigor y firmeza, alimentadas por esta lúgubre tempestad. La tormenta ha dado comienzo, y las tinieblas se imponen en esta feroz batalla donde los beligerantes distan mucho de estar a la misma altura.

Habiendo cedido a la perversa voluntad de este vil jardín que absorbe las negativas energías de mi desolación, caigo vencido y finiquitado ante la oscuridad. Entre lágrimas y pétalos, condesciendo a la pérfida voluntad de un jardín que ahora me consume y me hace parte de sí. Cubierto completamente de los negros pétalos de esta perversa entidad, el suelo comienza a absorberse y llevarse todo lo que queda de esta desgraciada y destrozada alma. Una nueva flor en este jardín está por florecer.

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